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Pensar el concepto de información desde la complejidad hacia la bibliotecología

Ana Cristina Santos Pérez*

Este trabajo tiene como propósito principal presentar el concepto de información como objeto complejo, esto es, como un objeto de estudio multivariable desde la perspectiva de la complejidad. Este enfoque rompe la visión única en el modelado conceptual del término, superando la univocidad de su significado; se trata de abarcar la cuestión como un recorte de la realidad en el contexto de la ciencia social. Pensar a la información con un significado renovado, entretejido de diferentes sistemas, pone a la vista su estructura compleja a través de sus diferentes manifestaciones, como propuesta de descubrimiento de nuevas rutas de investigación desde la bibliotecología y los estudios de la información.

Palabras clave: Información; Complejidad; Pensamiento complejo

The main purpose of this paper is to present the concept of information as a complex object, that is, as a multivariable object of study from the perspective of complexity. This approach breaks the unique vision in the conceptual modeling of the term, overcoming the univocity in the meaning of the information; it is about embracing the issue as a slice of reality from social science. Thinking about information with a renewed meaning, interwoven with different systems, reveals its complex structure, through its different manifestations, as a proposal for the discovery of new research routes from library science and information studies.

Keywords: Information; Complexity; Complexity thought

Introducción

Esta iniciativa parte de la relevancia que, en la actualidad, han dado a la información filósofos como Edgar Morin y Carlos Eduardo Maldonado. Ambos pensadores consideran la perspectiva de la complejidad como una posibilidad de ampliar la mirada sobre cualquier objeto de estudio, y desde allí encontrar nuevas rutas de investigación. Morin lo hace desde el pensamiento complejo, Maldonado, desde las ciencias de la complejidad. Aclaramos que aquí no se trata de una interpretación de textos de los autores, ni mucho menos de una revisión bibliográfica. El objetivo principal es elaborar un complexus –lo que se entreteje– del concepto de información, sobre la hipótesis de que, al tenerlo así en el pensamiento, dé lugar a la teoría que rompa el molde de pensar a la información como un concepto único e invariable, y que sus alcances lleguen incluso a la convivencia metadisciplinaria, lo que a su vez posibilitaría una acción científica renovada de organización, preservación y difusión de la información registrada.

Pensamiento complejo

Por su parte, Theodor Adorno, representante de la Escuela de Frankfurt que plantea una teoría crítica de la sociedad, contrapone que no es en sí el problema lo que define el método porque, entonces, aspectos que están ocultos al interés del científico, pueden alcanzar una importancia destacable en el mismo estudio. Afirma Adorno: “La sociedad es contradictoria y, sin embargo, determinable; racional e irracional a un tiempo, es sistema y es ruptura, naturaleza ciega y mediación por la conciencia” (Adorno, 2008: 43).

La discusión entre estos dos titanes de la filosofía de la ciencia es amplia y profunda, sobre todo en lo que tiene que ver con la constitución del conocimiento y cómo se conforman sus objetos desde una lógica dialéctica. Para el propósito que se persigue en este trabajo es relevante considerar que las disciplinas científicas se mueven a través de preguntas e hipótesis que trascienden a las generaciones, en un tiempo y lugar determinado. Así, durante el siglo XX se rompieron los principios de la ciencia determinista porque el problema del conocimiento ha sido permanente. Por otra parte, casi de manera paralela, con las transformaciones sociales y políticas, acompañadas del desarrollo de la tecnociencia, dicha dialéctica se incrementó con caos e incertidumbre, comprobable en nuevos descubrimientos en la física y la química, tales como el movimiento del tercer cuerpo, a cargo de Henri Poincaré o las estructuras disipativas en el programa de Ilya Prigogine (Campos, 2009: 21) dando lugar así al despertar de las ciencias de la complejidad:

Cuando hablamos de ciencias de la complejidad, no simplemente hablamos de sistemas, fenómenos o comportamientos complejos: sino, más exactamente, de sistemas (fenómenos y/o comportamientos) de complejidad creciente. […] el trabajo en complejidad es una circunstancia reciente pero sólida, fuerte, consistente, no obstante, numerosas voces de escepticismo provenientes de ángulos distintos (Maldonado y Gómez, 2010: 8).

De acuerdo con Maldonado (2020: 16), es la teoría de la información –que se desprende de la medida de la información que Shannon concibe en su teoría de la comunicación– la que visibiliza estos fenómenos de complejidad creciente: con el explosivo desarrollo de las tecnologías de la información, se observa su presencia en los sistemas que se alejan del comportamiento mecanicista, y se transforman a fuerza de intercambios de información, no necesariamente de manera “ordenada”. El mismo autor identifica, entonces, otras ciencias de frontera, cuyo objeto de estudio es transversal a un conjunto de fenómenos de complejidad creciente, esto es, no se enfocan en una particularidad de la realidad sino en un grupo de variables:

Termodinámica del no-equilibrio: permite conocer la evolución de un sistema y sus variables aun cuando se encuentra en movimiento o cambio.
Teoría del caos: en los sistemas complejos, las condiciones iniciales pueden tener consecuencias totalmente distintas a las esperadas (impredecibilidad), como ocurre, por ejemplo, con el efecto mariposa.
Teoría de las catástrofes: o de las bifurcaciones, de los cambios inesperados, pero no por ello falsos o negativos. Es un cambio brusco que escapa al terreno de las probabilidades.
Geometría fractal: a diferencia de la geometría plana, visibiliza los patrones en la naturaleza; observa la iteración en el comportamiento de los fenómenos.
Vida artificial: la cibernética, la “vida” que se replica en los sistemas automatizados.
Ciencia de redes: análisis de datos relacionales; redes de datos.
Lógicas no-clásicas: sistemas que no aceptan el principio de no-contradicción o del tercero excluido.

En la comprensión de los fenómenos que acusa la crisis civilizatoria actual –enfermedades pandémicas, sequías, pobreza, guerra, ecocidio– considerar a la información como un punto de partida en el comportamiento de los sistemas involucrados, representa el marco de la toma de decisiones para la acción, desde la observación empírica hasta el trabajo científico.

El mundo y la realidad, el universo y la vida se miden ya no única o principalmente en términos de masas o volúmenes, de energía, sino, mucho mejor, de unidades de información; esto es, de procesamiento de información, de unidades informacionales (Maldonado, 2020: 27).

En efecto, la información está presente en todos los sistemas. Los más estables, como el físico o el biológico, sólo manifiestan la presencia de la información como una causalidad de dirección, es decir, el proceso de información tiene como fin el cambio de comportamiento de los agentes involucrados. El inestable sistema social, además de manifestar este cambio, tiene la alta posibilidad de multiplicar esa información y de alcanzar un nuevo nivel: el conocimiento, no como una secuencia necesariamente lógica de la acción informacional, sino como respuesta a su propio desorden: el social es un sistema altamente entrópico, y a medida que crece el sistema, lo hace también su desorden y, también, su necesidad de generar información, porque, como ya se observa, la información pone orden, organiza. Esto es, los sistemas con alto grado de desorden se organizan a través de la información que generan sus agentes en un proceso recursivo permanente.

Así, los fenómenos que evidencian la crisis civilizatoria describen, además, su grado de orden/desorden en el que se desarrollan los sistemas que interactúan en un recorte de realidad. ¿Cómo separar unos de otros sin perder, como afirmaba Adorno, la relevancia de lo que no se ve? Pero también ¿cómo delimitar el problema que tiene lugar frente a nosotros? A las escuelas tradicionales de la filosofía de la ciencia, podemos añadir la perspectiva de la complejidad, desde donde la concepción de la información, su relevancia y estudio, se vincula con los problemas de nuestro tiempo, como un objeto complejo.

A esta integración no armónica de las variables de un sistema en un complexus de comprensión es a lo que llamamos “pensamiento complejo”, que es producto, a su vez, del problema insalvable de la construcción del conocimiento.

Pensar la información

El siglo XXI fue denominado “el tiempo de la sociedad de la información y del conocimiento” por razones tecnocientíficas; se ha encumbrado a la tecnología, y a la información como su súbdita instrumental. Sin embargo, la información late en el seno de las transformaciones sociales; no sólo es un instrumento, sino que es, incluso, un metapoder, ya que es a través del acceso y uso de la información que la sociedad marca e imprime su paso, y por ello, este poder es un centro de lucha junto con los otros poderes: el económico, el político y el social (Toledo, 2019: 112).

Con el derecho a la información, la sociedad amplía la capacidad de reflexión, análisis y disrupción sobre aquello que la informa. Es decir, no sólo es el derecho de contar con canales institucionalizados por donde circula la información, sino que es todo el entramado informacional, desde el biológico (y nuestra capacidad para desarrollar nuevo conocimiento) hasta el físico (y la inevitable presencia del azar en la realidad construida). Cada uno de los sistemas involucrados aporta su grado de información en un recorte de realidad dado. De ahí la relevancia de mantener la concepción de la información como una sola entidad, y no como diferentes “tipos de información”. Si hay diferencias, éstas se dan a nivel sistémico, no específico.

La información es un concepto que ha logrado establecer una unión orgánica entre el universo físico, el universo biológico y el universo antropo-sociológico. […] Pero, de hecho, no hay todavía una articulación verdadera; hay, como se ha visto, hegemonía de un concepto disociado, simplificado, mutilante (Morin, 2004: 357).

La propuesta es, entonces, que el pensamiento se desenvuelva también por un “paradigma de distinción/conjunción que permita distinguir sin desarticular, asociar sin identificar o reducir” (Morin, 1999: 34).

Esta perspectiva refiere a tres principios:

Pensamiento y concepto

Desde la perspectiva de la complejidad observamos cómo nuestro concepto rebasa el límite semántico-comunicacional y adquiere una notable jerarquía en las relaciones causales, no por la vía inductiva, sino desde la construcción, la deconstrucción y la reconstrucción de hechos observables. Dicho de otro modo, nuestros modelos explicativos y de comprensión de la realidad revisten una integración tal que, inmersa en esta constante aclaración del horizonte, todo aquello que empírica y racionalmente se va conformando en un conjunto de registros, inferencias y predicados tiene un principio informacional. Estas variables mantienen relaciones de intercambio espacio-temporales y, por lo tanto, dinámicas y no definitivas.

Para pensar en la información es necesario tener una referencia de la palabra, mantener vivo el concepto. Sabemos que definir “información” de una forma precisa, como “mesa” o “manzana”, no es posible porque es una entidad abstracta. Sin embargo, la ciencia usa conceptos alrededor de los cuales los científicos pueden llegar a un acuerdo sobre su significado. Así, la información es objeto de la ciencia porque ya ha sido pensada y trasladada a una materialidad.

Esta forma de darle cuerpo a los conceptos proviene de la Grecia antigua. En un acercamiento filológico que hace Bruno Snell sobre la transición del pensamiento mítico al pensamiento científico griego, distingue el uso de los artículos determinados en el lenguaje; mucho después de la época de Homero se hablaría de “el movimiento”, “el aire”, etcétera.

[…] la formación del artículo es una condición previa de sus abstracciones. El artículo permite sustantivar un adjetivo o un verbo; estas “sustantivaciones” proporcionan al pensamiento “objetos” definidos en la lengua científica y filosófica (Snell, 2007: 376).

Estos antecedentes en la construcción y la concepción de los conceptos son relevantes porque enseñan la forma en que nuestra cultura va modelando el lenguaje necesario para la comprensión de los fenómenos, compartiendo los códigos, ya que se trata de los objetos del pensamiento que, a su vez, dan lugar a la creación de los conceptos científicos, dejando de manifiesto, como se sabe, que el lenguaje es logos.

El estudio de estos conceptos es un tema de gran calado. Por ahora, se recurre a este origen porque en él encontramos el antecedente de las relaciones que se establecen entre el pensamiento, el lenguaje y el acuerdo de las comunidades para entender el significado de las cosas. El acuerdo colectivo determina la permanencia del concepto dentro de la comunicación humana, y sólo así se logra concretar la abstracción del significado en vías de la construcción epistemológica. Pensar, pues, en un concepto como el de la información es revelar sus relaciones a la luz de la manifestación de los problemas que nos toca atender, al tiempo que se abren nuevos caminos hacia el conocimiento de los fenómenos asociados a ella. Mantener vigente el pensar en la información significa que estamos en ella, la seguimos moldeando, sigue representando un problema de la ciencia, pero también, como afirma Alfaro López, porque a través del pensar se da lugar a la teoría, que “no es un lujo intelectual, sino una necesidad cognoscitiva” (2005: 8), es decir, la misma disciplina bibliotecológica se nutre de ese pensar para dar sustento teórico a su quehacer.

En la Figura 1 se representan algunas de las diferentes relaciones en torno al concepto de información. En cada una de ellas hay un recorte de la realidad o complexus, que atiende a problemas diferentes pero entrelazados: todos están conectados desde la estructura de los sistemas y por periodos espacio-emporales. El proceso informacional se manifiesta en cada uno de los sistemas y en la combinación de ellos.

Figura 1. Manifestaciones de la información. (Elaboración propia.)

Magnitud en bits: la medida cuantitativa de la transmisión de mensajes de un emisor a un receptor, en la que interfieren factores de ruido.
Selección y probabilidad: la información sólo es una probabilidad de que el mensaje seleccionado sea el adecuado para el sistema, tanto la selección del emisor como la selección del receptor.
Diferencia del observador: el observador, dentro del sistema, distingue aquello que le es útil como información, tomando distancia, al mismo tiempo, de su entorno.
Significado en la interpretación: la información no existe en estado puro; para que emane del sistema hace falta asignarle un valor significante a través de la interpretación.
Organización en el caos: en términos de función, ésta es la principal tarea de la información: la organización.
Manifestación o representación: la información es materializada a través de códigos de transmisión, de conceptos a través del lenguaje y de escalas de medida.
Mensaje en la comunicación: un mensaje entregado con éxito da cuenta de un proceso eficaz de información.
Reflejo o recepción: la transmisión y conservación de la organización –que emana de la información– son un reflejo de la señal captada por el receptor.
Signo o representamen: la información que se transmite se dirige a un punto definido, a un receptor determinado, que le da un valor sígnico. De otro modo, no hay lugar para la información.
Comunicación y organización: un sistema de complejidad creciente produce información para su organización, a través de la comunicación de sus componentes.
Adaptación y conservación: un sistema que mantiene sus condiciones o que, aun cuando éstas cambian, se conserva, es productor de información en su interior e intercambia la misma con el exterior.
Memoria y registro: los sistemas dejan huella de su presencia, son los depósitos de la información, sin los cuales no habría movimiento ni permanencia de la especie humana.
Conocimiento o certidumbre: quizá sea éste el eslabón que diferencie al sistema humano de todos los demás, incluso orgánicos. El sistema social es el único capaz de desarrollar nuevo conocimiento a partir de los procesos de información. La necesidad humana de certidumbre y de estabilidad mueve a sus integrantes a conservar la memoria y a generar conocimiento.

Conclusiones

Un segundo resultado es que pensar en la información es mantener vivo su significado, encontrar sus relaciones sin discriminar sus particularidades. La perspectiva de la complejidad puede ser el enfoque del siglo XXI, desde donde se entrelacen las características que la información manifiesta en cualquier sistema. Pero también, la perspectiva de la complejidad es una escala adicional a la perspectiva sistémica tan popular en el siglo XX, manifiesta en la lógica dialéctica de las ciencias sociales. Practicar la lectura del diálogo desde la filosofía de la ciencia promueve el desarrollo del conocimiento y su materia prima, la información.

Por último, este modelado del complexus puede dar lugar a la convivencia metadisciplinaria a través del desarrollo del intercambio de los enfoques científicos. El beneficio para la bibliotecología y los estudios de la información se traduce en mantener presente su relevancia en los problemas actuales, tales como la democracia, la sustentabilidad, o la injusticia, sólo por citar algunos, pero modelando la información como objeto complejo.

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